Voy a tratar de esforzarme y transmitir esta
pequeña historia que alguna vez escuche de un hombre sabio. Este, en su afán de
crear conciencia en la gente, adoptaba relatos que iban de un momento a otro,
de una época a la anterior y sobre todas las cosas, de unas personas a otras.
Algunas más afortunadas y otras no tanto.
Este hombre tomó la palabra y en ella mi mente
se transportó tal como si yo fuera el protagonista, creando a un personaje
secundario, dándole rostro y fuerza ya que este sería mi tatarabuelo. Sus
palabras duraron minutos, pero en mi habían pasado décadas transportándome
atrás en el tiempo y sobre todo imaginando que le diría a este pariente, ya
lejano, de mí y de cómo vivo en la actualidad. Tartaria de encontrar las
mejores palabras para describir, ya que de lo contrario perdería su atención de
forma inmediata y de loco no me bajaría. ¿De verdad sería tan difícil de creer
lo que tenemos y lo que el hombre ha logrado crear en menos de cien años?
Tomando como base que llevamos, de lo que está registrado en la historia
modera, tan solo unos cuantos miles. Entiendo que el planeta llevará millones,
pero en mis clases de historia en el colegio la base eran solo unos cuantos
años antes de Cristo. No voy a hacer el cuento más largo y voy a lo que nos
concierne:
Un buen día al despertar, siempre lo primero
que hago es voltear a mirar a mi bella esposa. Como es notable llevamos poco
tiempo de casados, imagino que con los años esta rutina se irá desvaneciendo…
Bueno el caso es que a su lado vi lo que me pareció una máquina del tiempo. Tal
vez sea inverosímil pensar que así de la nada aparezca algo y recién despertado
sepa lo que es, pero en este caso lo supe. Estaba hecha a base de latón,
brillaba como un sol en plano cenit. Sus mecanismos eran de una fabricación
anticuada y los cronómetros no eran digitales, sin considerar que no tenía un
instructivo ni mucho menos una App donde desde mis iPhone lograra controlar,
esta no tenía nada. Un sillón de cuero negro y brillante con un pequeño
cinturón de lo que creí en un principio estaba puesto para garantizar la
seguridad del pasajero. Así nada más un sillón un marcador no digital y dos
palancas de latón con agarradera de madera de nogal. Caminé a su alrededor
fácil unas ocho veces, no sabía con exactitud que pretendía hacer con esta
caminata, era intimidar a la máquina, someterla o solo reconocerla y ella que
sepa que estaba a punto de montarla. Pensé que habría una razón por la cual
había aparecido así de la nada en mi recamara, ¿tendría yo que ir a algún lado?
¿La historia moderna y futura requería de mi asistencia? Corrí a un álbum de
fotos a ver si de casualidad alguna esta borrosa, si alguien de mi familia o
incluso yo estaba desapareciendo… ¿Será que tenía que “Volver al Futuro” como Marty
Mcfly a unir a mis padres para que yo existiera? No me lo pareció. Continúe
con mi caminata intimidatoria, como si el
artefacto estaría siendo objeto de un interrogatorio “!No me lo oculte…! ¿qué
hacia usted la noche del 19?” pero tampoco lo era. así que hice lo propio y me
postré en ese sillón de cuero negro sujetando con mi mano derecha la palanca de
madera de nogal. Lo primero que sucedió y de forma automática sorprendiéndome
con el sistema de reconocimiento digital y natural que el artefacto tenia, es
que solo al sentarme este prendió, no tuve que activar ni encender nada. El
cronometro analógico empezó a girar hasta colocarse en la fecha 19 octubre
1887, lugar: el mismo. ¿El mismo? ¿Qué precisión no?... en fin, me dejé llevar
al mismo lugar solo que unos muchos y cuantos años atrás.
El viaje duró poco menos de tres minutos, a mi
alrededor solo veía destellos de líneas y ráfagas de colores mareándome un poco
pero siempre con la tranquilidad que, al tener el cinturón de seguridad, nada
me pasaría. Por fin y después de esos larguísimos tres minutos llegué a mi
destino. No reconocía nada, de hecho y aunque sabía que mi destino era “el
mismo” todo era precisamente lo contrato haciéndolo “no lo mismo” para mí.
Decidí confiar en ella y al desabrocharme el cinturón bajé, y para mi asombro
otra vez la maquina se apagó solo al no sentirme en ella, ¡wow!
Estaba en un campo, la tonalidad de verdes me
sobrepasó creando en mí una sensación de paz única e irreconocible que a mis
treinta y dos años nunca había sentido. Los olores eran únicos, frescos y
nuevos. El cielo contaba con unas tonalidades azules bárbaras. Por un momento
pensé que esta máquina me había llevado dentro de una obra de arte de Claude Monet, a uno de sus más
elaborados paisajes jamás igualados. A lo lejos había una pequeña finca. Blanca
e imponente, con techos de teja roja y marcos de madera en sus ventanas,
realmente bella. A su lado estaba el molino de trigo. Caminé hacia ella,
lentamente fui acercándome y de forma sigilosa ya que no era mi intención espantar
a nadie y mucho menos que algo me pasara. No sabía a quién visitaría y como
estas personas asimilen la presencia de un completo extraño en su propiedad. Ya
cerca de la finca vi la construcción que alojaba la panadería, y supe por el
olor a esquisto y fresco pan que se desprendía de ella. En ese momento sospeché
donde y con quien estaba. Mi abuelo siempre habló de que su abuelo era panadero y
de los mejores de la ciudad. Este recalcó que vivía muy a las afueras en su
finca donde además de plantar el trigo, lo procesaba hasta hacer las piezas de pan y
panes dulces más cotizados de la región. “Será que vine a ver a mi tatarabuelo”
Pensé con miedo y mil quinientas dudas. Todas ellas se aclararon cuando al
estar ya muy cerca de la casa vi el nombre en el buzón. Ahí estaba yo décadas
antes de mi propio nacimiento en la rudimentaria finca de mi tatarabuelo a
punto de tocar a su puerta. Después de mucho titubeo, por fin toque la pequeña
campana que se encontraba a lado de la puerta, por un lado, deseando que nadie
responda y la maquina se prenda sola poniendo es su tablero analógico la fecha
en la que originalmente desperté y el lugar: el mismo. Pero la realidad fue
distinta una linda señora de ojos nobles abrió la puerta casi de inmediato,
como si me esperaban. Me recibió con un “Diga” de la manera más amable que
podría ser, creo que le inspiré confianza desde que me miró por primera vez, la
sangre llamó y aclamó sus derechos familiares de un pariente suyo que nacería
años después. Me quedé atónito y petrificado ya que no sabía ni a quien
visitaba y lo único que logré articular fue un “Hola”. A lo que esta amable y
adorable señora (nada más que mi tatarabuela) de inmediato me invitó a pasar a
su casa.
Estaba de prisa ya que tenía la comida en el
fuego, a mi bisabuelo en brazos y además a mis tíos abuelos corriendo por la
sala jugando, y no es por decir estos eran inquietos desde niños… Y así estuve
con ella un rato mirando como con un niño en brazos, otros tres chamacos
corriendo por la sala jugando con unas pequeñas piezas de madera y la comida en
la lumbre, la señora tenía todo bajo control y sin ayuda alguna. Mientas
probaba la textura y temperatura de la sopa me preguntó que quien era y que se
me ofrecía, al mismo tiempo que me solicitó pasándome al bebe que lo cargara. Ahí
estaba yo con mi bisabuelo en mis brazos, me sorprendía la cantidad de mocos
que tenía y sin contar que me vomitó encima, quien podría decir que su bisabuelo-bebe
le había vomitado ¡Solo yo! Antes de revelar mi identidad y tiempo decidí
preguntarle por su marido ya que prefería ver la cara de asombro en par y no de
forma individual, a lo que me respondió que estaba en el campo a dos kilómetros
de distancia recogiendo el trigo. Me tranquilizo el saber que no tardaría en
regresar ya que esa tarea la realizaba de las cinco de la madrugada a las nueve
de la mañana antes que el calor dificulte la ardua y manual tarea de la
recolección. Me platicó también que posteriormente de la recolección
desayunaban para pasar todo el día en el horno haciendo las piezas de pan para
que de la manera más fresca antes de las tres de la tarde estén en la ciudad
vendiéndolas y así para las 7 de la noche regresar con su mercancía vendida y
el dinero cobrado. Fue algo impactante presenciar lo difícil que era el trabajo
para ellos, era un desgaste físico diario y su única ayuda eran sus dos manos y
sus dos pies. Sin contar que además de fabricar su producto les tocaba
distribuirlo y cobrar el mismo día de su producción.
Me ofreció un café en lo que esperábamos,
todavía en mi estupidez dude en preguntar que cual tenía… a lo que asentí
aceptando una taza, misma que tardo cerca de media hora en llegar ya que el
grano de café que compraban en el mercado lo molía mi tatarabuela manualmente,
pero cuando llegó esta taza, yo nunca había disfrutado de algo tan fresco y
natural, me supo limpio y fuerte, y de endulzante bajo en calorías… pues ni
pensarlo, contra mi voluntad y dieta acepte miel de abeja para ello. Mi abuela
se sirvió una taza también, y sin endulzarlo lo saboreó suspirando después de
cada sorbo, como droga llegando al torrente sanguino tras un largo periodo de
abstemia. Después de unos minutos llegó mi pariente lejano, sorprendido del
moderno y extraño caballero sentado en su sala, alzó una ceja a su esposa en
señal de duda. Clásica seña de mi abuelo y hasta mi padre, ¿será que también yo
le alzo la ceja a mi esposa? Regresando le pregunté y efectivamente. La
genética deja sus rastros.
Finalmente, y decidido les conté quien era y de
donde venía. Mi tatarabuelo esta vez no levantó solo una ceja sino más bien
ambas y hasta abrió la boca. En un principio sintieron miedo de mí, no sabían
si realmente era o pretendía con el fin de hacerles daño, aunque en esa época
eran muy contados los atracos y la gente si confiaba en la bondad de la gente, hasta que esta le demuestre lo contrario. No vivían con las defensas arriba y
esperando siempre lo peor de los demás, incluso su finca no contaba con grande
muros ni rejas para resguardarla. Para este momento los niños ya habían salido
solos al jardín, sin que nadie los vigilara ni cuidara de los grandes peligros
a que los niños de hoy en día están expuestos. así que nuestra conversación fue
más tranquila, yo seguía con mi bisabuelo en brazos, inexplicablemente este
bebe conmigo estaba más que feliz y quieto.
Tenían mil dudas, las primeras fueron en torno
a lo familiar a los que sin decirles gran cosa resumí diciendo que su
descendencia era basta y con gente buena y muy trabajadora, no tenía ningún
tema que resolver más que seguir con sus ideales y modo de vida. A lo que mi tatarabuelo
me pregunto que como era la vida moderna. Ahí si me explaye con una serie de
bondades que ahora contábamos y más evidentes eran para mi después de ver lo
duro que trabajaban estos señores para mantener su casa y sin nada más. Su placer
más grande era los domingos tomarse la tarde e ir a la ciudad con sus niños a
ver algún payaso hacer un show en la calle. La vida era trabajo y más trabajo
sin distracciones. así que ahora todo lo que les podría contar era elevado a la
milésima potencia y por qué no, presumir un poco la maravillosa época en la que
yo, su descendiente, me encontraba. Empecé por mi tatarabuela:
“No sabes tatarabuela mía lo que sería en la
época moderna, con tus habilidades como las he visto podrías llevar cientos de
casas al mismo tiempo, para empezar, estaría rodeado de aparatos eléctricos que
hacen el trabajo por ti, habrá uno que lava y otra que seca la ropa, para así
no esperar ni tenderla a la intemperie. Ese café que mueles, ya hay unas
maquinitas que con una simple capsula plástica te hacen un café y de mil formas
diferentes. Ya no tendrás que prender
carbón para poder hornear tus guisados, ya solo prendes un botón y pones el
horno a la temperatura deseada y otro que te calienta las cosas en fracción de
segundos. Tendrás mil ayudas todas con nombre “Dora” Licuadora, Lavadora,
Aspiradora… y también ayuda domestica que te aminorarán el trabajo y ayudarán a
cuidar a tus hijos. Ya no tendrás que iluminar tu casa prendiendo una vela tras
otra, un botón prenderá y apagará toda o por partes como tú lo decidas. Tampoco
llevaras a tus hijos a la escuela ya que un camión llegará hasta la puerta de
tu casa para llevarlos y de igual manera los regresará. Para enterarte de las
cosas ya no te reunirás con tus amigas, ellas lo pondrán todo en un base de
satos que desde un pantallita negra del tamaño de tu mano podrás ver y así no
te perderás de nada, e incluso podrás estar en todos lados sin necesidad de
salir de tu casa ¿Qué maravilla no?. Ya
no tendrás ni que ir al mercado a comprar nada, lo pides desde esta pantallita
negra que te digo y te llega en cuestión de horas a tu puerta y todo muy
fresco, sin contar que hay un atiendo de cosas ya en cada esquina que vende
todo lo que requieres y más. Ya casi todos los alimentos son orgánicos y puedes
guardar en tu alacena sin temor a que se echen a perder.
Tu tatarabuelo no sabes lo fácil que ya sería
tu trabajo. Para empezar ya la gente trabaja en oficinas cerradas con aire
acondicionado a la temperatura ideal para que tu cuerpo no se desgaste. Ya no tendrás
que ir a cobrar a tus clientes ya que ellos por medio de un botón te mandarán
el dinero a tu cuenta bancaria y tú por medio del mismo harás los pagos
necesarios para que te manden tus materias primas para la fabricación de tu
producto. Vas a tener maquinas, que lograrán que, en vez de producir cien panes
al día, haga miles de forma más sistemática y eficiente para lo que tu
desperdicio será casi nulo. Ya no tendrás que desmarañarte todos los días ya
que las maquinas lo harán por ti. Ya no tendrás que exponerte al sol tantas
horas y si lo haces habrá unas cremas protectoras para los rayos UV del sol que
te pueden producir cáncer en la piel. Vas a tener mil maneras de distraerte ya
sea solo o en familia. En cada casa hay unos aparatos que se llaman
televisiones donde se transiten programas de distintas categorías para edades y
gustos, así que cada quien podrá tener la suya propia y ver su propio programa
sin tener la necesidad de discutir el uno con el otro. Y que les digo para viajar,
Unos aviones gigantes te llevan desde una ciudad a otra, un país a otro y hasta
otro continente y solo en horas, puede amanecer en un país y dormir en otro. Y
de caminar ya olvídenlo, tendrán cada uno un automóvil que los transportará
veloz mente de un lado a otro.”
Pausé un poco mi relato para ver si aún contaba
con su atención y credibilidad, y en efecto estaban maravillados con todas los
bondades que la época moderna traería, un poco nostálgicos que a ellos no les tocaría,
pero felices de saber que sus descendientes gozarían de tantos privilegios, y así
seguí y seguí hablando de todo lo que tenemos y hacemos desde que nos
despertamos hasta que nos dormimos, como convivimos el uno con el otros, hable
un poco de las redes sociales, de las computadoras y de cómo la gente se acerca
más a los lejanos. Hoy entiendo que omití informar los mucho que esto nos aleja
a los cercanos, pero creo que no hubo necesidad de hacerlo, solos los
entendieron. Cuando terminé mis tatarabuelos lo poco que me argumentaron era lo
felices que deberíamos de ser con tantas bondades. Él le decía a su señora que
con todo eso de seguro sus hijos ya jamás se volverían a pelear ni siquiera
discutir, ya no tendrían que usar todos el mismo juego rudimentario de madera. Además,
cada uno tendría su aparato y juego que evitaría conflictos. También le dijo
que a su llegada ella ya no estaría tan cansada y podrías salir un poco más en
pareja ya que sus hijos estrían bien cuidados en casa. “Han de ser tan, pero
tan felices en tu época” fue lo único que mi tatarabuela dijo.
¿Lo somos…?
¿Quiénes habrá o serán más felices? Ellos o
nosotros con tantas cosas.
¿Qué nos espera con tanta abundancia de cosas? ¿Más
o menos felicidad?
Ojalá haya logrado transmitir el relato que en
minutos recibí de aquel sabio hombre, y quede algún rastro de aquella época en
que había menos cosas y la gente era más feliz. No necesitamos tanto para satisfacer
nuestras necesidades y al crear tanto de todo lo único que estamos
incrementando es la infelicidad, no podemos ya ni decidir que queremos y cuando
lo hacemos tenemos mil dudas si esto que decidimos fue lo mejor. ¿Qué paradójico
no? El Hombre siempre en busca de crear confort e instrumentos que nos
faciliten la vida y seamos más plenos, y lo que tal vez no estamos entendiendo
es que muchas de estas cosas están haciendo que crezcamos frustrados e
infelices, porque ya no nada más es lo que tengo, ahora lo que no tengo esta
tan expuesto que lo mío esta siempre en segunda plana. Ya no es importante a
donde vamos, si no a donde no fuimos. Tengamos cuidado y no perdamos camino, el
hombre siempre debe buscar ser feliz, y no es necesario rodearse de cosas para
ello.